Porque, siempre, las nubes dejan pasar un hilo de luz que te permite aferrar a los sueños por los que has luchado gran parte de tu vida, porque tienes la convicción que la causa es justa y ayudará a otros a luchar por sus ideales.
Ejemplo de esto es Cristian Valenzuela Guzmán, un joven de 36 años, no vidente, primer chileno en obtener una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.
Él fue uno de los atletas con los que compartimos un almuerzo -un sabroso plato de porotos con rienda-, en la mesa que preparamos con harto cariño, en la salita de yoga de la Cancha Roja.
Bueno, tal vez el almuerzo no fue sino un pretexto para conversar con los atletas – la mayoría de ellos se prepara para el nacional de fondo y medio fondo que se realzará en Santiago, el 14 de marzo- conocer sus puntos de vista respecto a una disciplina tan especial y que demanda tanta preparación y esfuerzo personal, como es el atletismo.
Es el caso de Cristian -quien a los 12 años perdió totalmente la vista y atravesó por un complejo período buscando la forma de salir airoso de una condición que truncaba sus expectativas- encontró en el atletismo su camino, la forma de expresión para su potencial físico y espiritual.
A veces recibimos tanto y de un modo tan natural, que no reparamos en todas las herramientas que disponemos para lograr nuestros objetivos. Ver, sentir, oler, comer, correr, saltar, caminar, hablar, etc., nos parecen condiciones tan naturales y cotidianas que no reparamos en el privilegio de tenerlas.
Por supuesto, nuestras felicitaciones a Cristian, que le vaya muy bien en Tokio 2020 y que se lleve los mejores recuerdos de Calama.
Mi reconocimiento al entrenador de Cristian, Ricardo Opazo. Y gracias a todos los que enriquecieron ese sencillo almuerzo en Cancha Roja: Francisco Muñoz, Roberto Tello, David Balderas, Michael Salfate, Sebastián Marzal y el doctor Juan Carrillo.