La Inteligencia Artificial ha emergido como una herramienta prometedora para ampliar el acceso a la atención en salud mental, especialmente en un contexto donde la demanda supera la oferta de profesionales. Aunque la IA no debe sustituir la interacción humana, puede ser complementaria y útil, ofreciendo soluciones como chatbots y aplicaciones de autodiagnóstico que reducen barreras de acceso, particularmente en casos menos graves.
Un ejemplo destacado es Wysa, un chatbot “emocionalmente inteligente” que ha impactado a millones de personas en 95 países. Utilizado por el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido y autorizado en Singapur durante la pandemia, Wysa ha demostrado eficacia en el tratamiento de trastornos como la depresión y la ansiedad, obteniendo resultados positivos como una reducción del 33% en días perdidos por problemas de salud mental.
La adopción de la IA en salud mental está siendo bien recibida, especialmente en países con menos profesionales per cápita, y entre los jóvenes, quienes son más receptivos a estas tecnologías. Sin embargo, existen importantes riesgos, como la necesidad de privacidad y seguridad de los datos, y la importancia de que la IA complemente, no reemplace, el trabajo de los terapeutas humanos. Los sistemas de IA deben incluir mecanismos para derivar a los pacientes a profesionales humanos si es necesario, asegurando que no se les ofrezcan consejos inapropiados.
Aunque la IA puede ser una herramienta accesible y efectiva para mejorar el bienestar mental, debe usarse con precaución y ser parte de un enfoque integral de atención, garantizando siempre el respeto a la privacidad y el bienestar del paciente.
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