La Región de Antofagasta es quizás la zona con mayores contrastes del país. Contamos con un desierto tanto extenso como hostil, pero a la vez hermoso y generoso, como ningún otro lugar, para producir riquezas en Chile.
Sin perjuicio de lo anterior, el escenario regional es cada día más difícil, somos víctimas del cambio climático y de la sobre explotación de nuestros recursos hídricos, situación que ha desencadenado un grave problema de escasez de agua que no nos puede dejar indiferentes.
Las riquezas de esta tierra permiten que hoy los mercados se desarrollen. El cobre está al alza y eso nos lleva a pensar que la gran minería avanza a paso firme pese a los complejos tiempos de pandemia.
Lamentablemente esto no se condice con la realidad de barrios industriales importantes de la zona, como lo es, por ejemplo, Puerto Seco en Calama. Es en estos lugares donde se concentra una gran cantidad de proveedores pequeños, medianos y grandes empresarios sometidos a las más altas exigencias y estándares para brindar servicios acordes a un mercado mundial, pero también son territorios sin un adecuado trato sanitario. Es así de simple: dichos trabajadores que proveen de servicios a la minería no tienen red de agua potable ni de alcantarillado y así ha sido por décadas.
¿Cómo es posible que se trate de esta forma a quienes apoyan estratégicamente a que la industria se desarrolle? Hemos trabajado durante años para que el Estado nos ayude a regularizar dicha situación, incluso con iniciativas que involucran áreas verdes, como el proyecto “Eco Industrial” de Calama. Pero los esfuerzos han sido en vano, porque el apoyo ha sido nulo.
Sin embargo, dicho escenario y la lucha que hemos dado por tantos años parece haber encontrado oídos con el desarrollo de un nuevo proyecto de sanitaria en la región, de la Compañía Regional Aguas Marítimas, Cramsa, que se encuentra a la espera del último trámite en el Ministerio de Obras Públicas y así comenzar a hacer realidad el sueño de una nueva planta desaladora, que permitirá dar agua potable a Puerto Seco, como también a otros terrenos de Calama y Antofagasta, beneficiando a miles de personas que se han visto privados del esencial recurso.
¿Es quizás ésta la oportunidad para dignificar la enorme labor que hacen los proveedores de exelencia? ¿Qué falta para que se concrete? Puede ser el comienzo de algo bueno, y así por fin mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Construyamos un discurso coherente para hacer más sostenible a nuestra región.