La región de Antofagasta siempre se ha destacado en sus cifras, es la niña prodigio del país con notas excelentes. Es la que tiene una de las mayores extensiones territoriales, en donde se genera el 54% de la producción de cobre del país, el 100% del litio, se encuentran los principales proyectos de energías renovables y de astronomía, además de uno de los destinos turísticos con mayor renombre internacional.
Tiene uno de los Producto Interno Bruto e ingresos per cápita más alto del país, lo que aporta al desarrollo de numerosas e importante políticas públicas que benefician a todos los chilenos. Además, es una de las zonas que más concentra población flotante, lo que conlleva a que tenga dos de los tres aeropuertos con más vuelos, número de pasajeros y transporte de carga a nivel nacional.
Sus cualidades suman y siguen.
Hoy, nuevamente estamos en los primeros lugares del país, lamentablemente somos una región que lidera la cantidad de personas contagiadas, activas y fallecidas producto de la pandemia del Covid-19. Con dos hospitales prácticamente nuevos que no dieron abasto y medidas tardías que hoy la tienen en el ojo del huracán.
En el debate está si la minería debe paralizar o continuar, si los aeropuertos deben funcionar o si el traslado de pacientes es una medida efectiva para salvar vidas. Todos son buenos temas, pero que están con meses de desfase.
En este país fecundan los expertos, los que lamentablemente no previeron que había que cuidar la mano de obra que da vida a esa industria minera y que gracias a ellos se generan los excedentes del país, que no había que esperar que existiesen contagios y menos aún recién reconocer que la altura condiciona la cantidad de oxígeno, por lo que los pacientes resultarían más graves que en otras partes del país.
En fin. Nada de esto se visualizó, la situación se desbordó y la mirada centralista dirigida a esta niña prodigio no fue diferente y ahora es tratada como una región más, desconociendo sus particularidades.
Lo que llama la atención es que más allá de la dramática situación en la que estamos, no veo un solo discurso de cómo abordar el dramatismo del hoy, de cómo se abordará el futuro, de cómo enfrentaremos el desempleo –que se augura podría llegar al 20%- cómo reactivaremos a las pequeñas y medianas empresas, el turismo y como darle importancia a la mano de obra local.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar? La ciudadanía no puede seguir viviendo de cajas de alimentos, postergación de pagos, bonos y créditos insuficientes. Necesitan soluciones reales y de calidad.