Con una alta vocación de servicio y una vasta trayectoria en la Atención Primaria de Salud, que va desde el ejercicio de su profesión hasta la dirección del sistema a cargo del municipio, Pía Cortés es una de las enfermeras que ha estado trabajando en la primera línea en la atención de pacientes con Covid-19, en el Servicio de Alta Resolutividad (Sar) de Calama.
Una experiencia que en lo personal y profesional la han hecho enfrentarse con la realidad más dura, que es por un lado separarse de sus seres más queridos para protegerlos y por otro, entregar todos sus esfuerzos y conocimientos para salvar vidas, aunque no siempre con resultados exitosos.
¿Cómo fueron los primeros días de pandemia en Calama?
Hago turno en el Sar una vez cada siete días y algunos fines de semana y cuando pasó el tema de la pandemia se trató de planificar de alguna forma el aumento de demanda que íbamos a tener.
En ese contexto es cuando se redestinan a los funcionarios que trabajaban haciendo turnos en el Sar para hacerlo de manera fija, con sistemas de turnos que nadie sabía cómo iban a ser.
Lo peor de esto fue el tema de la incertidumbre, no saber cómo íbamos a trabajar, a qué nos íbamos a enfrentar, si estábamos realmente preparados y nadie sabía cómo se venía esto.
Me dijeron, como usted pertenece al Sar, se tiene que ir a trabajar allá y estar a disposición del empleador. Quedan suspendidas las vacaciones, los permisos administrativos, todo y se entendió que fue por el contexto sanitario.
¿Cómo asumieron todo eso?
Con mucho miedo, porque información del ministerio de Salud había poca y teníamos que estudiar lo que se conocía de otros países. No sabíamos el mecanismo de transmisión, qué mascarillas usar, porque al comienzo no era necesario utilizar todo el tiempo. Entonces, el miedo era mucho y además íbamos a trabajar en una condición de incertidumbre, con un equipo que no estábamos acostumbrados, porque se conformaron con personas que no nos conocíamos.
No sabíamos con qué médico íbamos a estar, qué tanta experiencia tenía cada uno en este equipo de trabajo, como para poder complementarnos y saber si íbamos a salir adelante.
Lo anterior es fundamental en salud, el conocerse para trabajar bajo presión….
De todas maneras, porque estás en situaciones extremas, donde está la vida de los pacientes en juego. El trabajo en equipo es tan importante, porque tú ya sabes lo que hará el otro, cómo reacciona, en qué es débil, en qué es más fuerte y de alguna forma se complementa el equipo y juntos logramos salvarles la vida a los pacientes. Sí, es así de trascendental.
¿Cómo fue avanzando la pandemia en Calama?
Fue paulatino. Entre abril y mayo era algo bien lento y el error que se cometió como APS fue no trazar desde el principio, entonces no pudimos prevenir a las familias que se aislaran, además que los resultados se demoraban de 10 a 15 días. La gente no sabía que estaba contagiada, por lo que no podían tomar las medidas. Había mucho desconocimiento, no había cuarentena. Era una locura.
¿Cuándo se vino lo peor?
El peak lo viví en junio, la primera semana, que fue como el caos y fue muy explosivo. Al principio fue muy poco y de un rato para otro quedó la embarrada.
Nos vimos – en el Sar al menos- sobrepasados ante la demanda y la gravedad de los pacientes y tuvimos que reinventarnos sobre la marcha, que fue convertir el recinto en un servicio de hospitalizados.
Hubo personas que pasaron cuatro o cinco días internadas en un servicio que no es para eso, donde no hay alimentación, lavandería, baños para los pacientes, teníamos uno cada 10 personas.
¿Cuántos pacientes hospitalizados llegaron a tener?
El Sar por norma está hecho para que las personas estén en observación no más de seis horas. Teníamos habilitados boxs para atención, pero para rápida derivación al hospital y lo teníamos dividido para respiratorios y no respiratorios.
Pero nos empezaron a llegar los pacientes graves, necesitábamos estabilizarlos para mandarlos al hospital, porque iban para ventilación mecánica, pero el Carlos Cisternas estaba colapsado y no los recibía.
La pregunta que nos hicimos fue ¿qué haremos con estos pacientes? Hubo dos semanas en que la ambulancia esperaba cerca de cinco horas afuera de la urgencia del hospital, hasta que se habilitara un cupo para ingresar al paciente.
Llegamos a tener como hasta 20 personas hospitalizados. El momento más fuerte fue cuando teníamos todo lleno, sillones, pasillos, cuando empezamos a conseguir camillas de los consultorios. Los funcionarios cargando camillas, armando box –que finalmente no eran box- cargando oxígeno. Fue atroz, como un estado de guerra permanente.
¿Hubo situaciones más extremas de lo anterior?
Recuerdo esas dos semanas que fueron del terror, porque estábamos reanimando a una persona y nos llegaban dos más para reanimar y nos faltaban manos. Ahí es cuando esta figura del trabajo en equipo toma una real importancia. Creo que nos marcará para el resto de la vida.
Esas dos semanas fueron muy malas. Nos pasó que atendimos a muchos trabajadores que eran del sur, se enfermaron acá y estaban solos, otros que no tenían ni un peso, ni para el colectivo para devolverse, no tenían plata en el teléfono para llamar a sus familias. Era un centro donde todos tratábamos de ayudarnos.
Pero, el momento más fuerte fue cuando la gente se desmayaba a fuera del Sar, porque no alcanzaban a entrar. Teníamos que salir a buscarlos en camillas y atenderlos, los pacientes muy mal. No podíamos cerrar, pero tampoco teníamos la capacidad de seguir aumentado.
¿Hubo algún paciente que te marcara?
Hartos… Una paciente de 32 años, que venía con su hija –de la misma edad de la mía- y su pareja. El guardia le pasó una silla de ruedas y respiraba con mucha dificultad. La categorizamos con la kinesióloga y estaba muy mal, saturaba como 56, muy descompensada. La estabilizamos con lo que nosotros teníamos, porque tampoco estábamos preparados en términos de poder intubar a una paciente ahí, no teníamos ventilador mecánico, era todo reaccionar rápido para que en el hospital la recibieran. Traté de hablar con su hija, diciéndole que la mamita estaría bien, que la llevarían al hospital.
Muy joven la niña, lo único que pedía era por su hija. La llevamos al hospital y falleció a las horas después. Ese caso me llegó mucho, porque ella era muy joven, no era obesa, no era hipertensa, no era diabética.
Otro caso fue de un bebé de 11 meses, que también llegó en muy malas condiciones y demasiados adultos mayores. Recuerdos a muchos, sus caras, sus manos, porque pierdes el miedo, los tratas de aconsejar y de acompañarlos mientras uno pueda.
Hubo un caso de una adulto mayor que la traía una tecnóloga médico, quien le había ido a tomar el examen a su casa. Una abuelita sola, no tenía problemas económicos y falleció en el hospital y te das cuenta que estaba sola, la terminó llevando al Sar una desconocida.
Después de todo esto, ¿cómo estás tú? ¿el equipo de trabajo?
Hay un desgaste emocional en nosotros y físico porque no hemos parado. Ahora claramente la demanda es mucho menor, pero nosotros sabemos que lo que se viene en octubre debiera ser fuerte también. De hecho, lo que ha sucedido en otros países es que el rebrote es peor que el primer brote. Entonces el llamado a la comunidad es a que no se arriesguen, que no olviden que hubo muchos vecinos que se murieron, que se pregunten por qué no te puedes morir tú, qué te hace tan especial si ya se murieron tantos.
No entiendo a la gente que dice que no le tiene miedo; yo le tengo tanto miedo, porque vi muchos pacientes que llegaban, les tomábamos la PCR y a la semana, les avisaban que tenían coronavirus, y después, a los diez días presentaban unas neumonías híper agresivas.
Yo lo vi, no sé cómo puede haber gente que dice que no existe, si nosotros vimos morir personas.
Comenzaron las Fiestas Patrias, ¿Qué mensaje le darías a los calameños?
Que las muertes de todos nuestros compañeros y vecinos no sean en vano, porque han sido muchas en Calama, demasiadas, una de las tasas de letalidad más alta en el país está acá. Quizá en cuanto tiempo más podamos juntarnos a celebrar, pero tengamos la seguridad que vamos a celebrar en familia y que va estar la familia completa. No nos arriesguemos ahora, porque no sabremos si después vamos a poder estar todos juntos en Navidad.
Que las muertes no sean en vano, que el cansancio de todos nosotros no sea en vano.
¿Por qué estudiaste enfermería?
Tuve la fortuna de nacer en una familia donde nunca tuvimos grandes necesidades, mi papá siempre trabajó en Codelco y estuve en un colegio subvencionado, mi entorno era de la misma forma y siempre sentí la necesidad de que si yo tenía esa fortuna era mi obligación moral retribuir a otras personas que no tenían la misma oportunidad.
Me tocó hacer la práctica en el hospital regional de Antofagasta, me acuerdo que había una vulneración que era aberrante, donde los baños de los pacientes no tenían puerta, siendo que lo mínimo que necesita una persona que está enferma es estar en condiciones dignas.
Cuando me titulé, lo primero que hice fue ir a dejar currículum a los consultorios y al primero que fui fue al Alemania, cuando entré me gustó de inmediato. Supe que iba a trabajar ahí y que eso era lo mío. Fui a la entrevista y quedé.