Caspana, donde la agricultura resiste: El legado de Doña Cecilia Colamar

Enclavado en el altiplano, este pequeño poblado enfrenta los desafíos del clima y el tiempo, con familias dedicadas a preservar su herencia agrícola y la conexión con la tierra.
06/12/2024
3 minutos de lectura

En lo alto del altiplano chileno, a 3.200 metros sobre el nivel del mar, la comunidad de Caspana florece gracias a su singular relación con la tierra y el río que lleva el mismo nombre del poblado. Actualmente, el pueblo cuenta con alrededor de 220 a 280 habitantes, aunque la población total es de más de 500 personas, muchas de las cuales han emigrado por motivos laborales. Allí, la agricultura se erige como una tradición milenaria, arraigada profundamente en los habitantes de este pequeño oasis en medio del desierto. Una de las guardianas de este legado es doña Cecilia Colamar Colamar, quien, junto a su familia, ha dedicado su vida a la preservación de las prácticas agrícolas heredadas de sus antepasados.

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“Mi nombre es Cecilia Colamar Colamar de la comunidad de Caspana”, comienza la entrevista, en la que doña Cecilia comparte con orgullo su historia. A sus cincuenta años, no conoce otro lugar como su amado Caspana. “Toda mi familia siempre ha vivido en Caspana y somos caspaneños”, declara.

Desde su infancia, la tierra y la agricultura han sido el centro de su vida. “Nosotros sembramos desde siempre, hemos cultivado mis abuelos, mis padres hasta el día de hoy. Seguimos cultivando todo lo heredado de nuestros abuelos y también de nuestros antepasados”, precisa, destacando cómo mantienen viva la memoria de sus ancestros mediante las mismas prácticas agrícolas de antaño.

Caspana es conocida por su impresionante sistema de cultivo en terrazas, el cual se adapta perfectamente a la geografía quebrada del lugar. Las terrazas permiten el cultivo de hortalizas como papas, zanahorias, habas, así como de diferentes tipos de flores: lino, gladiolos e incluso hierbas aromáticas. Sin embargo, es el maíz el que protagoniza los campos de doña Cecilia. “Sembramos maíz de diferentes colores y variedades”, explica. Maíz blanco, obero, rojo, negro, rayado, y pizangaya son solo algunas de las variedades que cultivan, cada una con sus particularidades en sabor y uso. “El maíz pizangaya sirve para hacer las palomitas y para hacer la chicha de maíz”, detalla.

El rescate de las semillas tradicionales es otra labor que ocupa gran parte de la vida de doña Cecilia. En los últimos años, junto a otros agricultores de Caspana, ha trabajado para preservar las semillas que habían comenzado a perderse. Han logrado rescatar entre siete y ocho variedades de semillas, asegurando la diversidad de cultivos en la región. “El año pasado participamos de un programa para el resguardo y conservación de las semillas. Nos fue bastante bien”, comenta con satisfacción.

Hoy, gracias a sus esfuerzos, han logrado recuperar casi todas las variedades de maíz que se cultivaban en la comunidad. Estas semillas, que también se encuentran en comunidades cercanas como Ayquina y San Pedro de Atacama, representan el esfuerzo colectivo de mantener viva una tradición que está íntimamente ligada a la identidad caspaneña.

Pero no todo es maíz en Caspana. Las manzanas también tienen un papel importante en la agricultura local. La manzana morada, la delicia y la llamada manzana corriente ácida son algunas de las variedades que se cultivan en las terrazas. “Las semillas se han aclimatado allí por el agua dulce de vertiente”, explica doña Cecilia. Gracias al riego constante con agua pura de las vertientes que atraviesan la quebrada, Caspana puede mantener sus frutales y hortalizas saludables y productivos.

Para doña Cecilia, la agricultura no es solo una manera de ganarse la vida, sino también una forma de mantener con vida el poblado. “Si no, el pueblo muere, no tendríamos vida ya. Tenemos que seguir haciendo agricultura, porque nos permite comer sano, tener muchas variedades de productos”, asegura, con la esperanza de que las futuras generaciones sigan los pasos de sus ancestros y cuiden de la tierra como ella y su familia lo han hecho durante generaciones. “Es un trabajo que tenemos que realizar nosotros para que se mantenga y se conserve”, concluye.

En Caspana, la agricultura resiste, no solo como medio de subsistencia, sino como un testimonio vivo de la historia y la identidad de un pueblo que lucha por mantener sus tradiciones frente al paso del tiempo. doña Cecilia Colamar y su familia son el corazón de esta resistencia, y en cada semilla que plantan, aseguran que el legado de Caspana florezca por siempre.

Este reportaje es financiado gracias al Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social (FFMCS) 2024, del Ministerio Secretaria General de Gobierno y del Consejo Regional de Antofagasta.

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