La semana pasada se hicieron diversas actividades para conmemorar a las víctimas del paso de la Caravana de la Muerte por Calama. Días después, nuevamente las Fuerzas Armadas y de Orden estaban en las calles al mando de la ciudad, acción que se repite a lo largo del país. Este hecho revivió el pasado.
Violeta Berrios, pareja de Mario Argüellez una de las víctimas de la caravana, recordó aquellos años de dictadura y los comparó con lo que actualmente está viviendo el país.
¿Qué sintió cuando nuevamente salen los militares a la calle, a tomar el mando de la ciudad?
Tengo impotencia y rabia, todo junto. Porque imagínense, sacar a los milicos a la calle es tratar de apagar el fuego con bencina. Es empezar a recordar lo que pasó hace 46 años, ver las filas en el supermercado, es volver a la dictadura.
Hace unos días estuvieron uno abogados de Derechos Humanos acá y les comenté que estuvimos tantos años bajo la bota militar y que ahora estábamos bajo la bota civil y al otro día estaban los milicos en la calle.
Han matado gente, porque no es lo que dice la televisión, vean lo que dice Derechos Humanos Internacional. Vean a cuanta gente han matado, a cuanta han detenido y torturado.
Ahora, se ha visto que los pacos y los milicos salen drogados a la calle, entonces hacen y deshacen con la gente. No tienen su conciencia limpia ni tranquila, porque cómo pegarle o matar a un hermano, si somos todos chilenos.
¿Por qué cree usted que Chile llegó hasta este punto?
Porque a Piñera le faltaron cojones, porque no fue capaz de frenar a unos cabros chicos, solo sacó a los milicos a la calle. Vamos de peor en peor.
¿Qué diferencias puede notar usted entre lo que pasó en el 73’ y ahora? Por ejemplo, antes sí se le tenía temor a los militares y a Carabineros, ahora pareciera que eso se perdió.
Los jóvenes de ahora se enfrentan. Pero me da miedo por ellos, porque tenemos el ejemplo de los que ahora murieron en manos de los milicos y quién responde. Nadie. Estamos volviendo a una dictadura.
Yo tengo 81 años, cuando fue el golpe tenía 35 años, muchos de los que ahora están en las calles no nacían. Esto es la punta del iceberg y Dios quiera que no siga.
¿Cuál es el llamado que haría para que esto encuentre solución?
No se le puede hacer un llamado al Gobierno o a los políticos, porque han jugado con nosotros.
El llamado es a la conciencia de los jóvenes, a que tengan cuidado, que no den la vida por una mejor vida, no vale la pena. Nosotros ya lo vivimos, cuánta gente dio su vida para que hoy viviéramos mejor y de qué sirvió, de nada, porque estamos volviendo a lo mismo. Porque el Gobierno no tiene los cojones y los políticos no quieren perder la tetita.
Hay que luchar, pero con cuidado y respeto.
¿A qué se refiere con cuidado y respeto?
A que no hagamos tanto daño, para qué. No se lucha así. Fui al hospital y los asientos de cemento los sacaron, quemaron unas palmeras, destruyeron parte de la municipalidad. Al final el daño es para nosotros mismos.
Además, para qué seguir haciendo eso, para que nos cataloguen de delincuentes, cuando no lo somos.
Aunque hay algunos que se aprovechan, hay imágenes que muestran, pero no por los medios, que hay carabineros y militares infiltrados.
En las manifestaciones hay mucha juventud, pero pocos adultos que vivieron el proceso de la dictadura. ¿Por qué cree usted que esa generación no se une a las marchas?
Tengo 81 años y con esta edad no lo voy hacer, pero hay otras personas que son más jóvenes, porque quizá tenían 10 o 15 años para la dictadura.
Pero quizá esas personas están cansadas de pelear porque no tienen salud, porque su pensión no les alcanza ni para remedios, porque los hospitales no tienen todos en su canasta. Quizá piensan qué sacan con marchar si todo seguirá igual, si acá los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
¿Cuándo fue la última vez que usted vio a tanto chileno manifestándose por un país mejor?
La de los pingüinos y de ahí todo como una taza de leche.
Ahora, a nosotros nadie nos enseñó, aprendimos a golpes y quizá estos jóvenes que salieron a dar la cara son los que han recibido de vuelta esos golpes, al no tener una buena salud, al no tener los recursos para una buena educación, aunque tengan excelentes notas.
Hace unos días, una parlamentaria dijo que no vivía con diez millones de pesos al mes. A mí me gustaría que diputados y senadores vivieran un mes con el sueldo mínimo o las pensiones.
Yo lo hago con 180 mil pesos y además debo trabajar, le lavo a la clínica dental del sindicato 2, de lo contrario cómo viviría si gasto 60 mil pesos al mes en un medicamento. Estamos con pensiones de hambre. Qué comemos, solo arroz, fideos y té. Esa es la vida de los chilenos que no son ricos.