Lo que tu cuchara de palo y el pollo crudo no te están contando (y sí deberías saber antes de cocinar)

Viviana Durán Mayorga, directora de las carreras del Área de Gastronomía, Turismo y Hospitalidad del Instituto Profesional INACAP sede Calama, entrega recomendaciones clave para prevenir intoxicaciones y errores frecuentes en la limpieza y manipulación de elementos básicos de cocina en casa.
11/06/2025

¿Tienes una cuchara de palo en casa? ¿Eres fanático de las tablas de madera o sigues usando esa olla de aluminio heredada de la abuela? Entonces esta nota es para ti. Porque aunque no lo parezca, los utensilios que usamos todos los días en la cocina podrían estar jugando en contra de nuestra salud. Y no, no es exageración.

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Viviana Durán Mayorga, directora de las carreras de las Área de Gastronomía, Turismo y Hospitalidad del Instituto Profesional INACAP sede Calama, lleva años formando a futuros chefs y conoce de cerca los errores más comunes que cometemos puertas adentro. “Lo primero es entender que no todo lo que parece práctico o que siempre se ha usado es seguro. Hay materiales que hoy sabemos que son nocivos, pero que aún están presentes en muchas cocinas”, advierte.

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Un ejemplo claro son las antiguas baterías de cocina de aluminio, como las famosas ollas marca Oso, muy comunes en hogares chilenos hace unas décadas. “Eran las mejores para preparar arroz, todos las teníamos. Pero con los años se descubrió que el aluminio es nocivo para la salud humana, y está asociado al desarrollo de enfermedades”, comenta Durán. La evidencia científica ha ido dejando atrás estos utensilios, aunque todavía siguen presentes en muchas casas.

Frente a eso, la experta recomienda optar por una batería de cocina de acero inoxidable, idealmente certificada. “Con eso ya estás cumpliendo con la norma. El acero inoxidable es resistente, seguro y soporta mejor el calor. Además, si algo se pega, es más fácil de limpiar sin dañar la olla”, señala.

Pero no todo lo brillante es saludable. También se han puesto de moda las ollas de cobre, un material que históricamente ha sido asociado a propiedades antimicrobianas. Sin embargo, Durán advierte: “No existen ollas 100% de cobre, siempre vienen recubiertas con estaño, y ese recubrimiento puede ser igual o más dañino que el mismo aluminio. Hay que tener cuidado con lo que uno compra pensando que es lo mejor”.

Un clásico de las casas chilenas es la cuchara de palo. Ese utensilio noble y confiable que ha removido desde porotos hasta salsas bolognesas, hoy está bajo la lupa. “La madera es porosa, se quema con el uso y retiene microorganismos. Aunque se lave con agua caliente y quix, igual quedan residuos”, asegura Durán. ¿El reemplazo ideal? Cucharas de silicona rígida o de acrílico, que no absorben olores ni liberan partículas.

Y si hablamos de riesgos invisibles, el teflón se lleva su propio capítulo. Ese revestimiento antiadherente que por años fue símbolo de modernidad en la cocina también puede ser problemático. “El teflón se daña con el tiempo, y si no se limpia como corresponde, pierde su capa protectora y se convierte en un potencial agente cancerígeno”, advierte. La receta correcta: agua tibia, detergente suave, nada de cloro y mucho cuidado al fregar.

Otro punto crítico son las tablas de cortar. ¿Una para todo? Error. “En casa deberíamos tener al menos tres: una para carnes crudas, otra para frutas y verduras, y una tercera para productos cocidos o listos para consumir”, explica la especialista. Incluso en cocinas profesionales se utilizan tablas de distintos colores para evitar la contaminación cruzada. Verde para verduras, roja para carnes rojas, amarilla para pollo, azul para pescados… y así.

Durán pone especial énfasis en que la limpieza no es un acto automático: “Muchas veces llenamos el lavaplatos con agua, echamos cloro, detergente, y creemos que ya está todo desinfectado. Pero esa mezcla es tóxica. Libera gases peligrosos. Y si además el agua está fría, los microorganismos hacen fiesta”. La clave es simple: usar agua caliente —que nuestras manos soporten—, sin mezclar químicos, y asegurarse de que todo se enjuague con agua corriente, no estancada.

Pero quizás el dato más sorprendente de la entrevista fue sobre el pollo. “No hay que lavarlo. Lo repito: no hay que lavarlo. Lavarlo solo sirve para esparcir bacterias por todo el lavaplatos”, sentencia Durán. Lo correcto es escurrirlo, manipularlo con una tabla específica y cocinarlo bien. Porque el pollo, si no se trata con precaución, puede ser una de las fuentes más frecuentes de intoxicaciones.

Para cerrar, la chef entrega un mensaje claro: cocinar no es solo seguir una receta, también es cuidar los procesos y entender que lo que hacemos en la cocina impacta directamente en la salud de quienes más queremos. “El alimento que preparamos va a la boca de nuestros seres queridos. No es solo un acto de amor, también debe ser un acto de responsabilidad”, concluye.

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